jueves, 6 de agosto de 2009

Puta Diferencia.


Llevo varios intentos de suicidio, Doña Soledad ya apesta a muerto. Y yo sigo aquí. Levantándome cada mañana para vivir la rutina diaria, intentando ya no vivir, sino sobrevivir en este mundo cada vez más despiadado, más incisivo y mordaz. Cada día es exactamente igual de diferente que el anterior. Todo parece uno y lo mismo. No me puedo imaginar otra cosa, puesto que me han dicho que todo es unidad, que Dios es un solo, que el ser humano es una unidad, que Todo es Uno, o sea Uno es el Todo de todas las cosas. Quedo llano, un poco quieto aventado en el piso. Veo pasar tres cucarachas, el piso está muy frío, oigo música: Sonata Claro de Luna de Beethoven.

Harto del mundo, de todo y de nada. No sé hacia dónde voy, porque uno es el camino y una sóla es la gloria… la verdad es que veo muchos caminos y glorias. De héroes, de seres humanos contra el advenimiento de una ficción que pronto los rebasa: Todo es Uno y el Uno es el Todo.

La Diferencia se borra con una goma, con corrector líquido de cincopesos. Así con un movimiento ágil de manos, la Diferencia queda dispuesta detrás del corrector. Ya no hay diferencia puesto que todos los seres humanos somos iguales. Igualmente jodidos, igualmente miserables, igualmente hijos de puta. Pero la puta no tiene la culpa, ella sólo nos parió en un pesebre lleno de ambición, de intolerancia, de moscas. La culpa la tiene el hijo de puta que violó a la puta y tuvo como producto a un hijo de puta, ya que no tenía para pagarle. Aunque a final de cuentas el hijo de puta que ultrajó a la puta, fue producto del incesto de un hijo de puta en contra de su puta madre. Se cae fácilmente en una ambigüedad. ¿Qué fue primero, la puta o el hijo de puta? Evidentemente no podemos decir que el hijo de puta sea eso precisamente. Ya que la puta no estaba dispuesta. Así, en ese momento de ultraje la puta ya no es una puta y por lo consiguiente el hijo de puta deja de serlo. He aquí una de las más grandes ficciones en la que los seres humanos han caído. No somos hijos de puta. La puta al ser violada deja de serlo, somos hijos de un ser humano sintiendo el ultraje a manos de otro ser humano que se sabe como un hijo de puta. Sin embargo el hijo de puta no es en realidad un hijo de puta, es un ser humano producto de esa ficción. Lo que sigue ha sido toda una vida, todo un tiempo de ficciones, de realidades pintadas con acuarelas de Unidad, de Uno. La conciencia plurimaginativa de mi ‘yo’, se ve seriamente lastimada, por el corrector, por la goma ágil del Uno, de unos. Así, soy Uno y pertenezco a una parte del Todo, el cual no sería sin mí. En cada intento de suicidio, además de aburrir a Doña Soledad, mi ‘yo’ deja de ser parte del Todo. Y es que ese Todo no es lo único. Mi resonancia interior me recuerda que en la existencia se disemina la ficción de ser un hijo de puta, tan igual, tan muy hijo de mi puta madre. No hay tal, me doy cuenta que no soy un hijo de puta, soy un hijo del ser humano, de la humanidad, esa cualidad, ese pluralismo que se va perdiendo con un espiritualismo único, tan falto de creatividad, tan definido, tan tendencioso, tan Uno. Es entonces cuando en cada intento de matar a mí ser hijo de puta, advierto en la vigilia que, la Diferencia está ahí, a la espera de que despertemos de ese sueño. Tranquila, diferente de cuando la ves y la sientes, la Diferencia te espera desde los rincones indubitables de tu ser, no sé si es real ¡la hija de puta siempre es diferente!